Durante el intervalo del combate, el guerrero descansa. Muchas veces pasa días sin hacer nada, porque su corazón así se lo exige. Pero su intuición permanece alerta. No comete el pecado capital de la pereza, porque sabe adónde lo puede llevar: a la sensación floja de las tardes de domingo, cuando el tiempo pasa, y nada más. El guerrero denomina esto `paz de cementerio´. Recuerda un fragmento del libro del Apocalipsis: te maldigo porque no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero, como eres tibio, te vomitaré de mi boca. Un guerrero descansa y ríe. Pero siempre está atento y dispuesto para la acción.
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