Aquella tarde a Gabriela -uno de los pequeños personajes de una novela de Gerard Bessiere- le preguntó su amigo Jacinto:
-- ¿Qué has hecho hoy en la escuela?
-- He hecho un milagro -respondió la niña.
-- ¿Un milagro? ¿Cómo?
-- Fue en el catecismo.
-- ¿Y cómo hiciste el milagro?
-- Tenemos como profesora a una señorita que está muy enferma. No puede hacer nada ella sola, sólo hablar y reir.
-- ¿Y qué pasó?
-- La señorita hablaba de los milagros de Jesús. Y los niños dijeron: No es verdad que haya milagros. Porque si los hubiera, Dios te hubiera curado a ti.
-- Y ella, ¿qué dijo?
-- Dijo: Sí, Dios hace también milagros para mí. Y los niños dijeron: ¿Qué milagro ha hecho?
-- ¿Y entonces?
-- Entonces ella dijo: Mi milagro son ustedes. ¿Por qué?, le preguntamos. Y ella dijo: Porque me llevan los mi�rcoles a pasear, empujando mi carrito de ruedas. ¿Lo ves? Hacemos milagros todos los miércoles por la tarde. La señorita dijo también que habría muchos más milagros si la gente quisiera hacerlos.
-- ¿Te gusta a ti hacer milagros?
-- Sí. Tengo ganas de hacer un montón. Primero pequeños. Cuando sea mayor voy a hacer milagros grandes.
-- ¿Todos los miércoles?
-- Quiero hacerlos todos los días, toda la vida.
-- ¿No te parece que la vida es también un milagro?
-- No -dijo Graciela---. La vida es para hacer milagros.
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Milagros
5 de febrero de 2007
Hay dos maneras de vivir su vida: una como si nada es un milagro, la otra es como si todo es un milagro.
Albert Einsten.
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1 comentarios:
Una bonita historia, te felicito.
Un saludo.
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