Una gran cruz de madera finamente decorada era arrastrada por las calles de Jerusalén atada a un caballo. A sus lados, un grupo de soldados árabes se dedicaba a patearla y escupir sobre ella. De pronto se encontraron con el Sultán, montado sobre su espléndido caballo blanco, y su numeroso séquito, que subían calle arriba, buscando el centro de la ciudad. Al ver a su señor, los soldados se detuvieron atemorizados, esperando alguna reacción por su parte al ver el atentado sacrílego que estaban cometiendo contra aquel símbolo cristiano...
Podeis leer la historia completa en El ojo del tuerto
Nota:No suelo hacer esto, poner entradas de otros blogs en el mio, pero creo que este merecia la pena.
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Una oración en la roca
29 de agosto de 2009
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